Patata Santa

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Comer en Bulgaria: los 12 platos deliciosos que descubrí en mi recorrido por el país.

Yogur y brasa en las montañas de Bulgaria. Un recorrido gastronómico para un verano “al este de Occidente” (*).

TAGS: FOOD TRAVEL, VIAJES, BULGARIA, ESCAPADA, GUÍAS, QUESO

POR CARMINA SANDÍN

Cuando preparaba mi viaje a Bulgaria, un destino remoto a caballo entre Turquía, Grecia y Rumanía, ignorado por nuestros lares por los prejuicios y las leyendas urbanas que poco tienen que ver con la realidad del país, lo primero que hice fue pedir inspiración al dios Google con las tres preguntas mágicas: “¿qué ver en Bulgaria?”, “¿qué hacer en Bulgaria?” y “¿qué comer en Bulgaria?”. No me sorprendió encontrar poca cosa (ni me desanimó, a veces poco es mejor que mucho en lo que a explotación turística se refiere), teniendo en cuenta la reacción de amigas y conocidas al desvelar mi destino vacacional (“¿Bulgaria? ¿dónde está Bulgaria? ¿qué hay en Bulgaria? ¿y por qué a Bulgaria?”), no podía esperar mucho más que unos cuantos detractores y otros menos defensores a ultranza de la cultura y las costumbres búlgaras. Por mi parte, tras el viaje, creo que puedo dar una opinión fundamentada y he de decir que no he venido aquí a abrir el club de fans de Bulgaria pero CASI. 

Al contrario de lo que he leído en algunos blogs y páginas de viaje sobre el trato a los turistas en los países del este de Europa, puedo dar fe de que los Búlgaros ni son malcarados, ni están enfadados con el mundo ni tienen mala leche. Es verdad que quizá no sean la alegría de la huerta y posiblemente te decepcionarás si lo que esperas es una atención al visitante de estilo más “mediterráneo” o meridional dicharachero. No abundan en Bulgaria camareros intentando captar guiris en las terrazas, hoteleros bromistas ni vendedores ambulantes que quieren ganarse tu amabilidad para que les compres un imán con la cara de Lenin. Por mucho que les interese y les ayude el turismo a su difícil economía, los búlgaros no están acostumbrados a venderte la moto, ni parecen interesados en hacerlo. Y, al menos para mí, que te dejen en paz cuando viajas es lo mejor que te puede pasar. Son la gente más respetuosa con el turista que he visto en mucho tiempo. Te acogen con los brazos abiertos, te ofrecen lo mejor de su casa y siempre respetan tus decisiones. Eso sí, no les hables en inglés si no son millennials, ármate de paciencia para descifrar el abecedario cirílico de las cartas de los restaurantes y aventúrate a probar sus deliciosos platos, la mayoría de las veces sin saber qué será eso que has pedido. Muchas veces están en inglés y, aunque no lo hablen, sirve de mucho para comunicarte y sumado a su gran espíritu servicial, que no cunda el pánico, que no te quedarás con hambre.

Pero una imagen vale más que unas cuantas palabras. Y más si es de comida. A continuación lo que no te puedes perder (gastronómicamente hablando) si te animas a confirmar/desmentir mi tesis Búlgara.

1. La locura iraní de Fredi en Sofía.

En cuanto nos sentamos y apareció el bueno de Fredi con su sonrisa y su “aquí no hay carta, os saco lo que tengo hecho de hoy”, y con sus 877452 platos de la mejor cocina iraní (la suya), supe que este iba a ser un gran viaje. 

Restaurante Ashurbanipal

Knyaz Boris I ul. 174, Sofía 1202 Bulgaria

Facebook del restaurante

El de la izquierda es Fredi

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2. Las chuletas termales en Devin.

Si te gusta la brasa, has elegido bien, amigo mío. Todos, y digo, TODOS los restaurantes de Bulgaria tienen su apartado de carnes (y verduras) a la brasa, de cantidad abundante (por no decir apabullante) y precios tronchantes. 

3. El Patatnik en Shiroka Laka.

Esta especie de tortilla de patata con hojaldre y queso nos esperaba en los montes Ródopes (en la frontera con Grecia). Cuidado con las porciones, normalmente te ponen el doble de lo que te puedes comer, y está todo tan bueno que vas a volver con sobrepeso y no en el equipaje

4. La burger más hipster de Plovdiv.

Mi vaticinio de pitonisa es que dentro de 5 años Plovdiv será the place to be para los hipsters europeos. Sus habitantes lo esperan con ansia y con algo de inocencia (todavía no saben mucho del daño que airbnb y la gentrificación pueden hacer a las ciudades que aún tienen personalidad). Eso sí, en este bar del moderno barrio de Kapana nos prepararon al momento la mejor hamburguesa que hemos probado en años. Eso sí, dentro del hipsterismo lo de la subida de precios también lo aprendieron.

Fotos: TripAdvisor

Fotos: TripAdvisor

5. La brasa de los feriantes en Veliko Tarnovo.

Nadie lo puede negar: son los jefes de la barbacoa.

6. Lo del Sirene (dos tazas).

Si no te gusta el queso, quizá tengas un problemilla: apréndete la frase “sin queso” en búlgaro o todos tus platos llegarán regados de esta especie de feta delicioso y un poco cargante que se echan hasta en las patatas fritas.

7. No sin mi Parlenka.

No pidáis pan, pedid parlenka. Es la palabra más útil de todas las que he aprendido en Bulgaria. Cuando volváis a casa, el pan de molde os sabrá a rayos y centellas.

8. Kyopolou, Snezhanka y otras chicas del montón.

Estas salsas frías de yogur, pepino, pimientos o berenjena harán que no echéis de menos el ketchup ni la mayonesa.

9. Las lentejas de la abuela en la montaña de Vihren.

No sólo de chuletas vive el hombre. También se puede disfrutar de un estofado de carne o de legumbres a casi 2000 metros de altitud y reponer fuerzas después de hacer senderismo.


10. El Calabacín o fritanga de los dioses.

En Bulgaria descubrimos la máxima del “si se puede rebozar, es bueno”. Por ejemplo, estas “croquetas” de calabacín con salsa de yogur y eneldo que, en sus distintas versiones, nos hicieron llorar de emoción. El eneldo es la hierba estrella en Bulgaria, la utilizan en infinidad de recetas, siempre cerca del yogur o derivados.

11. El Baklava “para desempalagar”.

El pueblo búlgaro ha sufrido todo tipo de ataques y conquistas desde la antigüedad: romanos, otomanos, griegos, rusos… Pero siempre lo han vivido con dignidad y pueden presumir de haber heredado una gastronomía de las más exóticas y variadas de Europa Meridional y ser puente hacia oriente. Como muestra este baklava griego/turco/búlgaro/whatever de infarto.

12. El Tarator para disimular.

Por si nos habíamos quedado con ganas de lácteos, este “gazpacho” frío de yogur con pepino y menta nos refrescó en la mayoría de nuestras vacaburras contundentes cenas búlgaras.

13. Otro día ya hablamos de las cervezas.

Sólo diré: 1,25€ medio litro.

(*) Al Este de Occidente. Novela de Miroslav Penkov.

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FOTO Y TEXTO: CARMINA SANDÍN LILLO (@carmins_)

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